En 1953, cuando el primer ejemplar de Playboy llegó a las peludas manos de miles de hombres ansiosos de ver a las mujeres más hermosas del orbe, nadie imaginó que siquiera pudieran estar cerca de ellas. Hubiera sido aún más marciano fantasear con saber qué es lo que comen, a qué se dedican cuando no están trabajando o qué es lo que realmente les gusta en la vida.
Cuando la industria del porno explotó a mediados de los noventa, de la mano con el nacimiento de Internet, millones de personas entraron con la promesa de encontrar contenido para adultos, de forma rápida y gratuita. Pero tampoco imaginábamos que pudiéramos conocerlas o estar con las actrices a quienes millones les han dedicado al menos un sueño húmedo.
Ahora que hasta Emilio Azcárraga o Ashton Kutcher tienen Twitter, la industria que realmente decide qué pasa con el mundo del cine ha tenido un acierto. Las estrellas porno tienen cuentas de Twitter, así nos podemos enterar de qué comen, con quién salen, qué hacen detrás de las cámaras (con fotos incluídas y toda la cosa) y sobre todo, podemos soñar con algún día llegar con su platillo favorito, a cantarles sus rolas favoritas de serenata en el set donde estén grabando. Y vivir felices para siempre.
(Sí, como no.)
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